martes, 23 de marzo de 2010

Carta abierta de Noémie Kocher para Marisela Ortiz (traducción)

Muy estimada Marisela, te envío a ti, a tu hija y a toda tu familia, como amiga, pero también como mujer, madre y como madrina de tu asociación, mi apoyo y todo mi cariño en estos crueles momentos de dolor y de duelo.

Estoy horrorizada de conocer la muerte de tu yerno Jesús Alfredo. Horrorizada de saber que se le pueda quitar la vida a un hombre joven en medio de un total silencio e indeferencia. Muerto en pleno día, en Ciudad Juárez. Esto se llama barbarie.

Yo ya había estado horrorizada de escuchar, durante mi estancia en esa ciudad en 2008, las historias de desapariciones y de muertes insoportables de centenares de mujeres, muchachas y niñas ocurridas desde 1993. Indescriptibles actos criminales que hasta hoy permanecen no esclarecidos e impunes. ¿Por qué?

¿Qué es entonces esta ciudad de México donde se asesina, se viola y se tortura a mujeres, a hombres y a niños? ¿La vida no tiene ningún valor allí? ¿Ningún derecho? ¿Qué hace la justicia mexicana por sus ciudadanos? ¿Cuándo cesará esta violencia insoportable? ¿Y cuándo se movilizará por fin la comunidad internacional en vez de cerrar vergonzosamente los ojos ante estas atrocidades? ¿Cuándo?

Marisela, te luchas desde hace tanto tiempo con tu asociación “Nuestras Hijas de Regreso a Casa”, con el fin de que la justicia sea devuelta a las víctimas y a sus familias. Tu coraje sólo equivale al amor y a la fuerza que emanan de ti. Tu combate es un ejemplo de humanidad, yo te admiro infinitamente.

Pienso de todo corazón en tu hija, en ti Marisela,

Pienso en todas las madres, abuelas, hermanas, las muchachas, las nueras que, como tú, lloran a una muerta, a un muerto, en Ciudad Juárez.

Pienso en tu hijo, en todos los padres, abuelos, hermanos, hijos y yernos que soportan los mismos sufrimientos.

Pienso en Jesús Alfredo. Quién te ha dejado brutalmente, este 28 de noviembre.

Porque el amor, mientras la vida nos acosa,
es simplemente una ola alta sobre las olas,
pero ay cuando la muerte viene a tocar la puerta
hay sólo tu mirada para tanto vacío,
sólo tu claridad para no seguir siendo,
sólo tu amor para cerrar la sombra.

Pablo Neruda