martes, 21 de octubre de 2014

“En el feminicidio no estamos los que deberíamos”: Andrade


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Patricia Gutiérrez Rodríguez
“En el feminicidio no estamos todos los que debiéramos estar, faltan ustedes en nuestra lucha. No esperen estar en mis zapatos y cargar mi dolor para entender lo que es”, externó a EL ÁNGEL DE PUEBLA, Norma Andrade.
Su historia comenzó en 2001. Un 14 de febrero su hija Lilia Alejandra García Andrade, no regresó a casa; siete días después, fue hallada muerta.
Su deseo de justicia la impulsó, junto con otras madres, a conformar  la organización “Nuestras Hijas de Regreso a Casa”, en Ciudad Juárez, Chihuahua. En entrevista con esta casa editorial, Andrade relató parte de lo que ha sido su peregrinar durante más de una década. 
La tragedia que envolvió a su familia inició, irónicamente, un Día del Amor y de la Amistad cuando “Ale no regresó, salió a las 7 de la noche de la maquiladora en la que laboraba y nunca más se le volvió a ver con vida”.
Cuatro meses tenía Kaleb, y Jade un año y ocho meses, cuando su madre, Lilia Alejandra, murió. Fue violada por tres sujetos, torturada y estrangulada.
Norma Andrade acudió a presentar una denuncia, pero en la agencia del Ministerio Público le dijeron que era pronto para darla por desaparecido. Le sugirieron que la esperara en la empresa porque necesariamente tenía que ir a cobrar su quincena.
El 21 de febrero una vecina le comentó que habían encontrado el cuerpo de una joven. El hermano de Norma reconoció a la víctima. 
De acuerdo con la necropsia, tenía no más de un día de haber sido asesinada por estrangulamiento, no sin antes haber sido torturada; el mismo tiempo había transcurrido cuando en el 066 se reportó a una mujer desnuda corriendo por la calle, no hubo respuesta.
Sobreviviente a dos ataques, el primero de ellos con cinco balazos, y el segundo con navajas, Norma Andrade estuvo en Puebla, asistió al Encuentro Iberoamericano de la Sociedad Civil y al Foro de Derechos Humanos del Sistema Universitario Jesuita

Reconstruye fotógrafa los sueños robados a mujeres desaparecidas

Mayra Martell exhibe 16 imágenes en las rejas de la basílica de Guanajuato
Retrata ropa, camas y objetos de algunas niñas y adolescentes víctimas de la violencia de género en Ciudad Juárez y Chihuahua
Permitir que su memoria se torne invisible es una de las expresiones más rudas de transgredir la conciencia humana, dice Ingrid Suckaer, curadora de la exposición
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Habitación y efectos personales de Diana Ruiz Zavala, quien a la edad de 16 años desapareció, el 23 de junio de 2003. Imagen de gran formato incluida en la exposición de Mayra Martell titulada Sueños robados: las desaparecidas de Ciudad Juárez y Chihuahua, montada en la edición 42 del Festival Internacional Cervantino 
Fabiola Palapa Quijas
 
Periódico La Jornada
Martes 21 de octubre de 2014, p. 4
En Ciudad Juárez y la capital, Chihuahua, cientos de mujeres han sido secuestradas y desaparecidas.
Esa situación de violencia de género ha sido documentada por la fotógrafa Mayra Martell (Ciudad Juárez, 1979) en una serie de imágenes de gran formato, que desde el pasado 8 de octubre se exhiben en las rejas de la basílica de Guanajuato, como parte de la edición 42 del Festival Internacional Cervantino (FIC).
La exposición Sueños robados: las desaparecidas de Ciudad Juárez y Chihuahua reúne ropa, camas, objetos y nombres de niñas y adolescentes, con la finalidad de reconstruir la identidad de las desaparecidas.
La violencia tiene formas múltiples de manifestarse. Desaparecer a una persona y hacer que su memoria se torne invisible socialmente es una de las expresiones más rudas de transgredir la conciencia humana. El secuestro y la desaparición de mujeres en Ciudad Juárez y Chihuahua ha sembrado dolor e incertidumbre en igual número de familias en medio de la realidad que sus limitaciones económicas les impone, y pese a las hostilidades que enfrentan, no cejan en la búsqueda de datos que les permita saber de ellas: mujeres, adolescentes e incluso niñas cuyo paradero se desconoce, explica a La Jornada Ingrid Suckaer, crítica de arte y curadora de la muestra.
La exposición es resultado de un proyecto iniciado hace ocho años por Martell en su natal Ciudad Juárez, en el cual documenta los espacios que habitaban las mujeres desaparecidas para hablar de su presencia a través de los recuerdos que tienen sus familias, pues se trata de chicas que salieron a la escuela o a la tienda y tienen cinco, 10 años sin aparecer.
Es una exposición antropológica, aclara Suckaer, porque la artista “recupera objetos de mujeres que fueron desaparecidas en Ciudad Juárez y Chihuahua. El tema de mujeres desaparecidas o víctimas de feminicidio es alarmante, porque también sucede en otros puntos del país”.
Amor y compromiso
Según Suckaer, el trabajo de Martell enaltece a los familiares de las mujeres desaparecidas, porque a pesar de su situación económica limitada y de que enfrentan circunstancias adversas en muchos sentidos, tienen la capacidad, la creatividad y la constancia de seguir buscándolas.
El anhelo de encontrarlas, así sea muertas, no decae; el amor y el compromiso se imponen. No olvidemos: el grado de compromiso se determina por el tiempo y la profundidad con que se manifiesta, señala Suckaer.
La exposición de 16 imágenes, montada en Guanajuato, es también una obra con sentido social, pues Martell es una artista comprometida con la realidad en México y el extranjero; ha realizado proyectos sobre desaparecidos en Guatemala, Colombia y Argentina.
Martell es una fotógrafa con una postura ética que está al servicio de una sociedad carente de una mejor calidad de vida en temas de derechos humanos, subraya la crítica de arte.
Sueños robados… lleva ese título porque son personas que desaparecieron y de las cuales no hay información. Las madres de las víctimas han solicitado al Presidente una entrevista, pero no han recibido respuesta oficial para investigar a fondo la situación de sus familiares, explica Suckaer.
Martell busca transmitir los valores éticos y estéticos en los que se basa su trabajo. La exhibición es el sueño de una persona, de una familia que tiene a una integrante desaparecida. Son sueños rotos, robados, porque las mujeres fueron robadas. Es una exposición vigente, porque no sólo en Ciudad Juárez y Chihuahua existe la violencia contra las mujeres; es un reflejo de lo que pasa en otros estados, dice la curadora.

La violencia desmorona el país, señala la activista Norma Andrade

Apremia a frenar feminicidios y desapariciones forzadas
César Arellano
 
Periódico La Jornada
Martes 21 de octubre de 2014, p. 10
La activista Norma Andrade, fundadora de la organización Nuestras Hijas de Regreso a Casa, en Ciudad Juárez, Chihuahua, deploró la violencia que azota México, en cuyo contexto mencionó la desaparición de los 43 normalistas de Guerrero.
“El país se está desmoronando y el gobierno federal no hace nada al respecto. Hay desapariciones forzadas y feminicidios. Tamaulipas es de las entidades con más muertes de mujeres, junto con el estado de México y Chihuahua”, lo que no es tomado en cuenta por las autoridades.
Al participar en el foro ¡Alto a la guerra contra el pueblo!, que se realizó en la Escuela Nacional de Trabajo Social de la UNAM, indicó que en Chihuahua hay 4 mil 587 jóvenes desaparecidas, así como mil 500 asesinadas.
“Si nos vamos a Guerrero, está el caso de la privación ilegal de la libertad de los estudiantes. Pero la inseguridad y violencia también está aquí a la vuelta, en el estado de México, donde 10 de sus municipios concentran el mayor número de asesinatos en contra de mujeres en el país.
¿Cuántos desaparecidos tiene que haber para que todos gritemos a una sola voz: ¡Ya basta!? No queremos más mujeres y estudiantes desaparecidos.