lunes, 17 de enero de 2011

Me sumo a la demanda de parar la masacre: obispo Vera López

Encabeza misa en memoria de la activista Marisela Escobedo

Miroslava Breach Velducea
Corresponsal

Chihuahua, Chih., 16 de enero. “Asumo su exigencia de que se ponga un alto a la masacre propiciada por la corrupción que dejaron crecer y de la que son cómplices los tres niveles de gobierno”, dijo ante cientos de personas el obispo Raúl Vera López, al oficiar una misa en la puerta principal del palacio de gobierno, donde el 16 de diciembre fue ultimada Marisela Escobedo en el octavo día de protesta por el impune asesinato de su hija adolescente Rubí Marisol Frayre, cometido en 2008.

Chihuahua vive una “emergencia humanitaria” por la violencia que dejó 5 mil 212 muertos en 2010, de los cuales 442 fueron mujeres, indicó el prelado titular de la diócesis de Saltillo, Coahuila, quien primero encabezó una reducida marcha desde la Catedral y luego ofició la ceremonia religiosa ante las puertas abiertas de la sede oficial, flanqueado por los sacerdotes locales Javier Ávila y Camilo Daniel.

“Me sumo a sus exigencias de poner alto a la violencia contra las mujeres y de que se establezca la alerta de género; así como al reclamo de frenar las violaciones de derechos humanos cometidas por los cuerpos policiacos y el Ejército, que incluyen desapariciones forzadas y uso de la tortura como método para extraer información o arrancar confesiones”, añadió Vera en la homilía celebrada en memoria de Marisela Escobedo al cumplirse un mes de su asesinato.

También dijo que las masacres perpetradas por grupos paramilitares en Creel y Ciudad Juárez tienen signos tanto de limpieza social como de complacencia oficial. Exigió poner en marcha un programa eficaz ante la emergencia humanitaria, y censuró que las autoridades respondan a la situación con una “criminalización de la protesta complementada con represión, hostigamiento, amenazas y campañas de desprestigio bajo el argumento de que se lucra con el dolor humano”.

Vera sostuvo que son los niños, niñas, jóvenes y mujeres las personas más vulnerables en esta guerra “atroz e inútil”, y tras la misa firmó un pronunciamiento con las exigencias de las organizaciones sociales y familiares de las víctimas. Luego cruzó la calle, colocó el nombre de la recién asesinada Susana Chávez en uno de los clavos de la cruz erigida en la Plaza Hidalgo para condenar los feminicidios, y atestiguó la inscripción de los muertos de Creel en la cruz vecina, que es más pequeña.