viernes, 12 de noviembre de 2010

La militarización en México, encubre el tema de feminicidio

Insuficiente actuación del gobierno: Misión Internacional  

 
Por Guadalupe Cruz Jaimes

México, DF, 8 nov. 10 (CIMAC).- La actuación del gobierno mexicano en la lucha contra la violencia de género y el feminicidio es “insuficiente”, ya que no garantiza el derecho a la vida de las mujeres y tampoco su acceso a la justicia, prueba de ello, es que en los últimos tres años de los mil 67 asesinatos violentos registrados, sólo 3.7 por ciento de los casos recibieron una sentencia.

 
Afirmaron académicas, investigadoras, abogadas y activistas, integrantes de la Misión Internacional: “Por el Acceso a la Justicia de las Mujeres en la Región Mesoamericana”, en conferencia de prensa, durante su visita a México, que tiene como propósito plantear una agenda mínima para prevenir y sancionar la violencia contra las mujeres.

 
En su exposición, Victoria de Pablo, del Consejo general de la abogacía de España, afirmó que “el gobierno mexicano no está suficientemente implicado en la lucha contra la violencia de género y contra el feminicidio; está políticamente desvinculado y oculta esta realidad, lo que permite que miles de mujeres sean asesinadas impunemente en el país cada año”.

 
Luego de consultar la información oficial y de entrevistarse con las organizaciones y familiares de víctimas de feminicidio, a nombre de la Misión Internacional, Victoria de Pablo detalló que en México, a diferencia de Nicaragua y Honduras (países que visitaron la semana pasada), la problemática es “especialmente preocupante”.

 
Ello, se debe a la “alta militarización, la cual como pretexto de la lucha contra el narcotráfico, ha servido para encubrir el tema de feminicidio”.

 
En el balance de los tres países, México destaca por su incumplimiento de compromisos con el Legislativo nacional y con organismos internacionales que establecen la protección de la vida y los derechos de las mujeres.

 
A diferencia de Nicaragua y Honduras, la impunidad en México también es más alarmante, ya que al contar con una mayor capacidad política y económica se esperaría que el acceso a la justicia fuera mayor, pero no es así.

 
De acuerdo con María de la Luz Estrada, coordinadora del Observatorio Ciudadano Nacional del Feminicidio (OCNF), en los últimos tres años se registraron mil 768 homicidios dolosos de mujeres, en 15 estados de la república, de los cuales sólo se identificaron mil 67 casos, ya que Chihuahua y Veracruz no proporcionaron información suficiente para definir si se trata de este delito.

 
Del total de asesinatos violentos, informó la coordinadora de la OCNF, sólo en 40 de los casos las autoridades han dictado sentencia.

Al respecto, Victoria de Pablo mencionó que tal grado de impunidad es posible por la ausencia de registros globales, la “defectuosa investigación de los hechos” y la criminalización de las víctimas.

 
“Con el alto nivel de ineficiencia en la investigación y sanción de los crímenes contra las mexicanas, se envía un mensaje de impunidad, pues finalmente el agresor queda libre, éste impacta sobre todo a núcleos rurales, indígenas, generando en las familias de las víctimas sentimientos de impotencia y desamparo, así como desconfianza de las instituciones públicas”, indicó la especialista.

 
En este escenario, la diputada federal Teresa Incháustegui, presidenta de la Comisión Especial de Feminicidios, señaló que la Misión Internacional presentará 10 puntos, retomados de la sentencia del caso Campo Algodonero, que dictó la Corte Interamericana de Derechos Humanos (CoIDH) al Estado mexicano, a las y los funcionarios con quienes se entrevistarán los próximos dos días, para que se implemente en todo el país.

 
Entre las puntualizaciones están el registro homologado y suficiente de las víctimas, para poder identificarlas, también un banco genético que permita reconocer los cuerpos con base en la información genética de las familias.

 
De igual modo, mencionó la necesidad de establecer un mecanismo inmediato de búsqueda de mujeres y niñas desaparecidas.

Entre los puntos retomados de la sentencia de la (CoIDH), emitida el año pasado por el caso de tres de los ocho cuerpos encontrados en el predio Campo Algodonero, en Ciudad Juárez, también está la creación de protocolos de investigación, así como la capacitación y sensibilización permanente para el personal de justicia.


Otras puntualizaciones que presentarán ante las autoridades del país, está la tipificación del delito de feminicidio y campañas de respeto a los derechos de las mujeres, con la finalidad de “desmontar esa cultura de maltrato”, señaló Teresa Incháustegui.

 
La Misión Internacional se reunirá hoy con funcionarios de la Procuraduría General de la República, y mañana martes con representantes del Consejo de la Judicatura Federal, la Comisión Nacional de Derechos Humanos, el Sistema Nacional de Seguridad Pública, la Suprema Corte de Justicia de la Nación y la Secretaría de Gobernación.

 
10/GCJ/LR/LGL

Marisela Ortiz Rivera: testimonianza contro i femminicidi in Messico


"Ni una más" "Non una morta in più!!! E' chiedere molto?"

Dal 1993 a Ciudad Juárez, città di frontiera tra Messico e Stati Uniti, oltre 900 donne, adolescenti

e bambine, sono state assassinate secondo lo stesso rituale: rapimento, tortura, sevizie sessuali,

mutilazioni, strangolamento. Inoltre, sono più di 1000 i casi di donne scomparse e non ritrovate

a Ciudad Juarez e nella regione di Chihuahua. Noto come "femminicidio" questo fenomeno è

diventato la più vergognosa violazione dei diritti umani nella storia delMessico degli ultimi anni.

Il clima di impunità continua a crescere senza che al momento siano state compiute azioni

concrete per mettere fine a questa situazione e mentre le autorità messicane occultano la gravità

dei fatti, nuovi corpi straziati di donne vengono ritrovati ad un ritmo crescente. Nell'occhio del

ciclone per la sua negligenza ed incompetenza, la polizia messicana ha cercato di placare le

proteste dell'opinione pubblica trovando dei capri espiatori, persone che hanno confessato la

loro colpevolezza sotto tortura. Non solo la polizia non è riuscita a fermare il "femminicidio", ma

si è anche resa colpevole di questi gravi abusi.

La Circoscrizione 1 di Torino, Amnesty International, Sur, Donne di Sabbia, Donne in Nero, Casa

delle Donne di Torino, Ass. Almaterra, Libera, Acmos, Il Salvagente, Antropocosmos, Urzene

Teatro invitano la cittadinanza all'incontro con Marisela Ortiz Rivera, presidentessa

dell'associazione “Nuestras hijas de regreso a casa” che si terrà il 21 novembre alle ore 15,00

presso ilMuseo diffuso della Resistenza a Torino.

Marisela Ortiz Rivera, simbolo della lotta contro l'impunità del femminicidio a Ciudad Juarez, è

presidente e co-fondatrice dell'Associazione "Nuestras Hijas de regreso a casa". A sostegno e

riconoscimento del suo irriducibile e intenso impegno nella denuncia e nell'appassionata

opposizione contro i crimini, Marisela Ortiz Rivera, ha ricevuto varie onorificenze tra cui la

cittadinanza onoraria del Comune di Torino e il Giglio d'Oro del Comune di Firenze.

Domenica 21 novembre 2010, ore 15.00

MUSEO DIFFUSO DELLA RESISTENZA

Corso Valdocco 4/A – Torino

Con Il Patrocinio Della Circoscrizione Uno Centro Crocetta

Feminicidios: la otra cara de la violencia


Acentos

Epigmenio Carlos Ibarra


Siempre he pensado que cuando se asesina a una mujer es como si se cortara de raíz el principio mismo de la vida. Como si esa sociedad, donde el feminicidio se produce de manera crónica y masiva, hiciera bárbara y expresa renuncia de su voluntad de vivir pacífica y civilizadamente.

Aún recuerdo estremecido el entierro colectivo de 30 madres de combatientes en Nicaragua, asesinadas por la contra luego de ver a sus hijos en un campamento de adiestramiento del Ejército Popular Sandinista. Era entonces la guerra; la guerra declarada, abierta, esa que es “monstruo grande y pisa fuerte”.

 
En ese cementerio, de la ciudad de León, todos los hombres, deudos, funcionarios y periodistas incluidos, yo entre ellos y con la cámara al hombro, nos movíamos, huérfanos al fin, a la deriva. Sin norte alguno.

Faltaba ahí, pues la estábamos enterrando, la mujer que daba sentido y dirección a la tragedia, la mater dolorosa, la referencia obligada, el eje en torno al cual se organiza todo; la vida, la nota, el duelo, todo.

 
“A la chingada la muerte”, escribí, citando a Jaime Sabines, en el telex esa mimas tarde, ya en Managua, cuando intentaba enviar mi nota a la redacción. Nada más que esa frase pude enviar a México.

 
También recuerdo, casi con el mismo estupor y la misma indignación sentida entonces, las primeras imágenes que para su programa Expediente 13-22:30 trajo, mi esposa, Verónica Velasco, de Ciudad Juárez.

 
Recién se comenzaba a hablar de esa tragedia de las “mujeres de Juárez” y sólo unos pocos medios nacionales, impresos todos ellos, comenzaban a informar de la misma.

 
Recogían esas imágenes las travesías por el desierto, los policías montados, las calaveras, los cuerpos y las ropas desgarradas, las demandas airadas de las madres de las desaparecidas y asesinadas, el testimonio de sus hermanas, amigas, compañeras de trabajo, las que se sabían y serían en muchos casos las próximas en la mira del asesino.

 
También veíamos en el monitor, “tanta belleza cruel —dice Ángela Figueras Aymerich—, tanta belleza” las primeras marchas con las cruces rosas que luego serían emblemáticas y los vestidos negros agitándose en el viento, entre la arena que hiere los rostros y los desdibuja, mientras pensábamos que eso tenía que parar, que eso iba a parar.

Tengo aún presente, gracias a las entrevistas recogidas por Verónica y su equipo, la indolencia, el cinismo de los funcionarios panistas que se atrevían a culpar (de lejos viene pues la costumbre de criminalizar a las víctimas) a las propias mujeres de su muerte.

 
Muertes que, más de diez años después, no cesan: asesinatos que, impunemente, se siguen cometiendo en Ciudad Juárez. Epidemia que se ha extendido, con los mismos patrones pero con una cifra de víctimas más alta todavía, a Naucalpan y otros municipios de la gran área metropolitana de la Ciudad de México.

 
¿Por qué las matan? ¿Cuántas son las víctimas? ¿Quiénes son, cómo se llaman, a quiénes dejan detrás de sí, qué hacían de sus vidas, qué soñaban, contra qué luchaban? La violencia del narcotráfico parece haberse llevado, con nuestra capacidad de indignación y asombro ante esta tragedia repetida y exacerbada, estas preguntas y las posibles y necesarias respuestas.

 
Ante tanto muerto, tanto decapitado, tanta masacre, tanto horror, el drama de una mujer trabajadora que al volver a casa es asaltada en la oscuridad, abusada sexualmente y luego asesinada parece haberse vuelto, para la sociedad que no para sus familiares, más invisible que nunca.

 
¿Y quiénes son los asesinos? ¿Operan en bandas? ¿Son asesinos seriales solitarios? ¿Esconden los crímenes la realización de videos snuff, el tráfico de órganos, rituales satánicos? ¿O las matan simplemente machos agraviados que no soportan la independencia que con sus propios, aunque magros ingresos, han generado estas mujeres?

 
Todas las hipótesis son viables, todos los móviles posibles y, sin embargo, la autoridad ninguna estudia con seriedad y consistencia. Ninguna pista sigue. Ningún presunto responsable señala. Todo va al saco de la impunidad y el olvido en el que se guardan los agravias cometidos contra aquellos y sobre todo aquellas que, para el poder, no significan nada, no son nadie.

 
Allá en Ciudad Juárez usaron muchos funcionarios la frontera como coartada para su ineficiencia. Se habló entonces, y se habla todavía, de sicópatas norteamericanos que para asesinar cruzan la línea y vuelven a su refugio seguro en territorio estadunidense.

 
¿Qué pueden esgrimir para excusarse los investigadores de la policía y la procuraduría mexiquenses? ¿Qué frontera cruzan los asesinos, en dónde se refugian cuando se trata de Naucalpan de Juárez, uno de los municipios más ricos del país y gobernado, por cierto, hace mucho tiempo por el PAN?

Si aquí, hoy por hoy, la vida no vale nada, menos vale siendo mujer y teniendo que caminar, todas las noches de regreso a casa, por los barrancos de Naucalpan, las empolvadas y solitarias calles de Ciudad Juárez, Nezahualcóyotl o Chimalhuacán.

 
Quien asesina a una mujer, insisto, corta de raíz el principio de la vida, y aquí, aquí en nuestro país, se está matando a muchas.