lunes, 25 de noviembre de 2013

ENTREVISTA A MARISELA ORTÍZ, CO-FUNDADORA DE NUESTRAS HIJAS DE REGRESO A CASA

Marisela Ortíz Lilith Films

Marisela Ortíz, junto con Norma Andrade, es co-fundadora de la asociación civil Nuestras Hijas de Regreso a Casa que, desde su fundación, ha hecho visible el fenómeno del feminicidio en Ciudad Juárez en la búsqueda de justicia. 
Conozco a Marisela desde hace más de ocho años, tanto personalmente como a través de sus escritos y su labor como activista en favor de los derechos humanos (su ayuda fue imprescindible para la realización del documental Desde que no estás). Su arduo trabajo, dedicación y perseverancia así como su pasión y creatividad como activista me siguen sorprendiendo. Finalmente, le pedí que me concediera una entrevista vía correo electrónico para conmemorar el 25 de noviembre, Día Internacional de la Eliminación de la Violencia Contra las Mujeres. 
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Marisela, ¿cuál es el origen de Nuestras Hijas de Regreso a Casa y cuáles son los retos a los que te has tenido que enfrentar desde el 2001, año de su fundación, hasta el día de hoy?
La asociación Nuestras Hijas de Regreso a Casa nace en febrero de 2001 en Ciudad Juárez,  tras la desaparición de mi ex alumna Lilia Alejandra García Andrade al salir de la maquiladora donde trabajaba. Siete días después se encontró su cuerpo en un lote baldío, frente a su lugar de trabajo; había sido violada por varios hombres, torturada y estrangulada.
El dolor, la indignación y la impotencia que nos provocó esta tragedia, y el conocer poco a poco que había muchas otras familias afectadas, así como la desatención por parte de las autoridades y la nula actuación del gobierno, fueron nuestra fuerza y motivación para iniciar este proceso tan duro  por terminar esta pesadilla e intentar resolver a través de diversas estrategias, esta problemática tan trágica.
Desde el inicio de nuestras acciones vino la represión. Desde 2001 y hasta 2011 en que permanecimos en Ciudad Juárez, se utilizaron múltiples maneras para intentar apagar nuestras voces. Intimidaciones, campañas de desprestigio, persecuciones, amenazas de diversa índole: directas, de funcionarios de la Procuraduría de Justicia del Estado de Chihuahua, advertencias de que asesinarían a nuestras hijas, fuertes amenazas con armas de fuego en mano, disparos a nuestro vehículo en movimiento, saqueos en nuestra oficina, automóviles  y domicilios para extraer nuestras computadoras y documentos, retención de nuestros salarios como maestras a Norma Andrade y a mí, llamadas intimidatorias, carteles amenazantes en las puertas de nuestros hogares y el acompañamiento sigiloso por tiempo prolongado de elementos de la policía estatal para vigilar nuestras acciones.  Asimismo,  una manta colocada en la puerta de la escuela secundaria donde trabajé por muchos años, donde se me anunciaba que me asesinarían a mí y a mi familia, iniciando con uno de mis hijos, quien es miembro activo de NHDRC, al tiempo que otra manta apareció en la escuela de los hijos de Malú Andrade en el mismo tono amenazante e intimidatorio.
Y finalmente se dio el ataque a mano armada a la compañera Norma, en el que casi pierde la vida pues recibió cinco balas en su cuerpo, y después de esto huyo a la ciudad de México, donde volvió a ser atacada con arma blanca y recibió  múltiples cortadas en su cuerpo y cara.
Las últimas amenazas me  hicieron salir del país con mis hijas e hijo, para protegernos y evitar que fueran efectivas, de tal forma que nos vimos en la necesidad de abandonar nuestro hogar, nuestro trabajo y la gente que amamos. Sin embargo, a la distancia continuamos apoyando a las familias, con el apoyo de gente cercana que se quedó en Juárez, y que ahora son el enlace para poder continuar nuestra misión, sobretodo enfocando nuestros esfuerzos hacia los chicos y chicas que quedaron huérfanos al ser asesinada o desaparecida su madre.
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A veinte años de que empezaran a documentarse oficialmente los casos de feminicidio en Ciudad Juárez, ¿cómo ha cambiado la situación? ¿Siguen desapareciendo mujeres?
 La solución no se ve cerca. Desde los años 90 hasta la fecha las características de este fenómeno no varían en mucho; sólo crece la cifra de asesinatos y desapariciones, a la par que la inacción de las autoridades y gobiernos.  La violencia ha rebasado todo límite… no hay nada más cruel que lo que  vivimos en Ciudad Juárez;  y lo más grave es que la violencia extrema contra las mujeres se ha extendido con todos sus vicios a muchos estados de la República Mexicana, incrementando geométricamente las cifras de mujeres asesinadas y desaparecidas, en un mismo patrón que se reproduce pero ahora afectando a mujeres mucho más jóvenes, ya que ahora están desapareciendo  niñas de doce a catorce años de edad, y existen evidencias de que el motivo es la trata para fines de explotación sexual.
Los políticos y gobernantes no ven necesario hacer cumplir las leyes y prefieren culpar a las mujeres de sus propias tragedias, que aplicar políticas públicas que lleven a detener esta barbarie, y aún menos si las acciones tienen costo económico o político; es decir, no hacen nada porque hacerlo significaría  aceptar una responsabilidad que han negado siempre.
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En el año 2005, cuando nos encontramos por primera vez en Ciudad Juárez, me contaste de la imposibilidad de saber con seguridad el número de víctimas al no haber cifras oficiales. En ese entonces, las diferentes organizaciones hablaban de 480 a más de 2000 casos. ¿Por qué es tan difícil cuantificar el feminicidio?
Porque las autoridades y gobiernos aún siguen ocultando y negando la problemática, porque es más fácil para ellos comprar algunos medios a fin de que no se publiquen los hechos porque “dañan la imagen de Ciudad Juárez, afectan la economía y el turismo”, que investigar de manera seria y responsable hasta encarcelar a los asesinos. Quizás porque saben quiénes son y los protegen, y hasta podemos pensar que se les paga por esta complicidad.
Pero ante la visibilidad internacional que tiene ya este fenómeno gracias a nuestras acciones y gritos de auxilio, ya hay mayor observación sobre el feminicidio por parte de organismos importantes y, de alguna manera, se lleva un seguimiento que permite mencionar cifras al menos aproximadas y no maquilladas por el gobierno.
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En el año 2009, la Corte Interamericana de Derechos Humanos dictó una sentencia en contra del gobierno de México a favor de las familias de las 8 mujeres encontradas en el campo algodonero. ¿Cuál ha sido la repercusión de esa sentencia?
Lamentablemente a pesar de tantos esfuerzos de esta y otras asociaciones de la sociedad civil, de algunas instancias gubernamentales y de que logramos con esa suma de esfuerzos que la Corte Interamericana de Derechos Humanos dictara esa sentencia condenatoria contra el estado mexicano por el Caso Campo Algodonero, el avance ha sido escaso en las soluciones y aún no es posible frenar el problema, de manera que a la fecha, los casos ni se resuelven ni terminan. Porque las acciones del gobierno sólo son parte de su política de simulación y producto de la presión internacional. No hay un plan integral, hasta ahora falta la voluntad política del estado. Y el indicador más contundente de que no se han cumplido las demandas de la Corte Interamericana es que aún no se ha detenido a los responsables del feminicidio.  No hay justicia. No hay detenidos, y los que ha habido son chivos expiatorios o los dejan libres “por falta de pruebas”, aun habiendo confesado su crimen y señalado los detalles.
Y en este caso, resulta aún más indignante el descaro del estado mexicano, que solicitó a la Corte Interamericana en diciembre de 2011, que diera por cumplida la sentencia porque, según su criterio, ya cumplieron algunos de los puntos que se les exigieron. Por supuesto que le fue negada esta petición, al señalar que México no ha investigado y sancionado a los funcionarios responsables de negligencias y malas actuaciones en los casos, porque hay escasa investigación y no hay resultados, y porque no se ha castigado a quienes amenazan e intimidan a las familias que insisten en la justicia, además de que no existen aún responsables en la cárcel por los asesinatos de mujeres.
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Debido a tu implicación en la lucha por los derechos de las mujeres, has sufrido múltiples amenazas e intimidaciones. ¿Cuál es tu situación actual y la de las demás activistas de Nuestras Hijas de Regreso a Casa?
Más de una treintena de amenazas contra miembros de nuestro grupo están documentadas ante autoridades federales y las últimas, en el año 2011, fueron tan contundentes y tan graves que nos obligaron a abandonar nuestra comunidad para salvar nuestras vidas y las de nuestras familias.  Me llena de tristeza pensar en las circunstancias que me impiden regresar a mi hogar, a mi familia, a mi trabajo.  La vida en el exilio es muy dura.
Mi mayor esperanza es poder regresar, pero no existen garantías para nadie allá, mucho menos para nosotras como defensoras de derechos humanos.
 Seguimos trabajando a la distancia, con mayores dificultades  pero con la misma voluntad y amor por nuestro trabajo.  Y mantenemos una comunicación constante para coordinar acciones que impacten en nuestras autoridades y les urgimos soluciones. Incluso, nuestro campo de acción se abrió hacia los estados del centro y sur de México, donde está desapareciendo una cantidad alarmante de niñas y donde se han encontrado muchos de sus cuerpos torturados y mutilados como los casos de Ciudad Juárez, sobre todo en el Estado de México que es donde existe mayor problema en este sentido, donde la autoridad es indiferente y minimiza el problema.
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¿Cuál es la condición actual de las familias, especialmente de las hijas e hijos, de las mujeres desaparecidas y asesinadas? ¿Se ha creado algún programa gubernamental que se encargue de tutelar su bienestar?
A la fecha no existe un programa integral que cubra las necesidades de los hijos e hijas de mujeres asesinadas y desaparecidas, y con nuestra salida de Ciudad Juárez se dificulta más la atención hacia esta población que ha sido fuertemente impactada por las tragedias. Con las condiciones de violencia generalizada en nuestra comunidad, se incrementa el riesgo de que puedan ser cooptados por las mafias o bien que, sin una madre , puedan tomar decisiones equivocadas.  Sus abuelas ya no tienen ni la salud ni la energía para educarlos. La vida para ellos y ellas se torna más difícil cada vez.
El estado otorga una mínima cantidad de dinero al mes para su manutención y solo a algunas familias, pero ni es suficiente ni es sólo la parte económica la que se requiere. Hay muchas necesidades más urgentes para su buen desarrollo, para restablecer su salud emocional, para cubrir sus estudios académicos, a fin de que en un futuro puedan servir a su comunidad y no representar un problema social más.  Ellos, como víctimas de este fenómeno, deben ser conscientes y tratar de modificar esta cultura que maltrata y asesina a las mujeres.
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Para las personas que nos leen y sienten el deseo de hacer algo, ¿cómo pueden contribuir a la tutela de los derechos de las mujeres en Ciudad Juárez? ¿En tu opinión, hoy en día es posible ser defensor de los derechos humanos en México?
En la actualidad ser activista, defender los derechos humanos en México, es una enorme responsabilidad,  al tiempo que significa el mayor riesgo de que te arrebaten la vida por defender la justicia. Es una actividad de alto riesgo, en la cual muchos mexicanos y mexicanas han perdido la vida o el derecho a sus libertades.
Hay muchas  maneras de ayudar:  denunciar, exigir al gobierno mexicano, apoyar a las familias, a esos hijos e hijas que quedaron huérfanos, involucrarse de la manera que más convenga a cada persona en la formación de estos chicos y chicas que nuestro Proyecto la Esperanza apoya para fortalecerles, y es desde ahí que se puede hacer bastante por ellxs, ya sea apoyando su educación con una beca, ayudando económicamente el desarrollo de las actividades del grupo o acudiendo a Ciudad Juárez a hacer trabajo comunitario con ellxs, enseñarles un arte, un oficio, una terapia, etc.
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Por último, ¿deseas agregar algo más?
Muchas personas desconocen que el feminicidio en Ciudad Juárez se da no solamente por la cultura machista, sino también por la escasa valoración a las mujeres de manera histórica, el narcotráfico, el tratado de libre comercio y el consecuente establecimiento de las maquiladoras, la facilidad que tienen los asesinos de cruzar la frontera para esconderse, la corrupción policiaca, la pobreza, la ignorancia, el bajo desarrollo del país, la impunidad y muchas más razones. Se asesina a mujeres porque se puede.
Pero podemos decir que hay esperanza, porque mientras tengamos esta fuerza para continuar la batalla, mientras contemos con el respaldo de instituciones a nivel nacional e internacional, personajes, asociaciones y toda esa suma de voluntades que han unido sus esfuerzos a los nuestros, y sobre todo, mientras tengamos la vida, seguiremos adelante, no pararemos hasta lograr que este terrible mal desaparezca.
La esperanza es un elemento que nos sostiene y nos hace continuar esta lucha para lograr que llegue ese día en que las cosas mejoren. Ahora mismo hay muchas personas que antes no denunciaban,  muchos que guardaban silencio y, al verse afectados, ahora salieron a la calle a protestar por su bienestar. Hay más asociaciones civiles, mayor comunicación a través de las redes. También existe más participación masculina en el movimiento por la igualdad y tenemos más seguidores hombres a partir de las manifestaciones públicas y, como nunca antes, nos acompañan más hombres en esta lucha. Entonces  ya no es fácil que estos hechos queden en el silencio.  Algo bueno tiene que ocurrir….