(Chihuahua).- Buscar refugio en otra ciudad de México o Estados Unidos se ha convertido en una opción que algunos defensores de derechos humanos de Ciudad Juárez encuentran para salvar su vida.
Sin embargo, lejos de su tierra se enfrentan a la soledad, al desempleo y al remordimiento de abandonar a sus compañeros de lucha.
Desde hace 8 meses, Cipriana Jurado vive en una ciudad de la frontera de Estados Unidos con México.
Tras el homicidio de su compañera de lucha, Josefina Reyes Salazar, en enero de 2010, la activista se resistió a abandonar Ciudad Juárez porque su hijo había sido aceptado en la universidad.
Pero el hostigamiento también alcanzó a su familia. Además desconfió de los mecanismos de seguridad que le brindó el Gobierno federal, como patrullajes aleatorios de la Policía Federal y un teléfono celular para emergencias, al cual no respondieron en la única llamada que hizo.
Actualmente, la luchadora social que comenzó su labor cuando era trabajadora de una maquila vive con su hijo de 19 años y su hija de 8 años.
En entrevista telefónica, señala que su intención fue regresar a los seis meses de que salió de Juárez, pero el homicidio de Marisela Escobedo, Susana Chávez y los hermanos Reyes Salazar, le hicieron cambiar de opinión.
"La idea original era regresar a los seis meses, pero la situación no mejoró en Juárez, al contrario: asesinaron a Rubén Reyes, a Marisela, a Susana y las mismas compañeras de Juárez me dijeron que no regresáramos, que todavía estamos en riesgo", sostiene.
Cipriana asegura que no cuenta con autorización para trabajar, por lo que vive de la caridad que miembros de la Red de Líderes Religiosos de Chicago para América Latina le ofrecen: lo indispensable para rentar un cuartito, comer y transportarse.
"Del Estado no tuvimos apoyo para nada, ni siquiera para los boletos de avión. Vivimos del apoyo que nos da la iglesia, la gente de estos lugares. Es muy difícil adaptarse, sobre todo cuando no estás acostumbrada a depender de nadie, yo he trabajado desde los 8 años. La vida de mis hijos cambió radicalmente, el mayor tuvo que dejar la escuela y ya perdió un año en la universidad", refiere.
Gustavo de la Rosa, visitador de la Comisión Estatal de Derechos Humanos de Chihuahua, quien cambió su domicilio de Juárez a El Paso, Texas, por las amenazas en su contra, señala que los "autoexiliados" sufren la supervivencia cotidiana porque no hay estructura o dependencia que los apoye.
"Lo primero a lo que se enfrentan es a la soledad, te golpea muy fuerte, al mismo tiempo una autoflagelación porque todo mundo se compadece. Luego viene el problema de la falta de empleo y tener que vivir de la solidaridad de amigos, organizaciones. Esto genera una profunda depresión.
"Por otro lado, está la tentación constante de volver porque los compañeros siguen la lucha en desventaja, una sensación que no estás con ellos, que deprime aún más", externa.
La familia de Marisela Escobedo buscó asilo político. Sus hijos, hermanos y nieta esperan la resolución de Estados Unidos sobre la petición.
Malú García, de Nuestras Hijas de Regreso a Casa, abandonó Cuidad Juárez luego de que incendiaran su vivienda. Ahora vive en el Centro del País con sus hijos, su esposo y su madre.
Agencia Reforma
Publicado por: Yuliana Nieto