domingo, 25 de octubre de 2015

Desde hace tres años, Susana Montes ha recibido poco a poco los restos de su hija

  • Ya la encontró, ya estese quieta, le dijo un funcionario de Chihuahua
  • En Ciudad Juárez continúan las desapariciones y los asesinatos de mujeres y niñas, advierten
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Para Susana Montes Rodríguez aún no hay justicia ni descanso por el asesinato de su hijaFoto Sanjuana Martínez
Sanjuana Martínez
Especial para La Jornada
Periódico La Jornada
Domingo 25 de octubre de 2015, p. 8
Ciudad Juárez, Chih.
Ya la encontró, ya estese quieta; descanse, le dijo el funcionario a Susana Montes Rodríguez al entregarle este año restos de su hija María Guadalupe Pérez Montes, desaparecida en 2009, un proceso agónico que aún no termina: hace tres años me entregaron el cráneo, ahora me dan otro pedacito, unas costillitas de ella; así nos están abriendo la herida. Mi hija no puede descansar, como tampoco nosotros.
Susana recorre la orilla del arroyo El Navajo, en el denominado valle de Juárez, a la altura del municipio El Porvenir, a unos 77 kilómetros de esta ciudad, donde en los años recientes han sido encontrados los restos de 27 jóvenes, incluida su hija.
Retira el polvo de la cruz rosa que lleva el nombre de María Guadalupe, donde le escribió con tinta negra: Te amo con todo mi corazón. Te extrañamos mucho.
Respira hondo, aguantando el llanto, y señala: mi lucha sigue, porque a mí me entregaron nomás el cráneo de mi hija y ahora otros huesitos, pero, ¿dónde están los demás restos? Los otros no eran de ella.
A Susana le entregaron hace tres años casi la totalidad de los restos de su hija desaparecida a la edad de 17 años, pero un análisis independiente del Equipo Argentino de Antropología Forense determinó que no eran de ella: Me habían entregado casi todo, nomás le faltaba una piernita, pero yo no los quise aceptar. Luego los antropólogos argentinos nos ayudaron a sacar el dictamen y desgraciadamente salió positivo, pero fue nomás la pura cabecita lo que resultó ser ella, lo demás no le pertenecía. A mí no me corresponde hablar de ese otro cuerpo, porque no sabemos de quién es. Por algo Dios me dijo que no aceptara esos restos.
Susana se emociona y llora. “La confianza en las autoridades de Chihuahua se pierde por todo lo que ha pasado y todas las mentiras que nos echan. ¿Por qué nos hacen esto? ¿Por qué? ¿Quién está haciendo todo esto? Ya no queremos otro ‘Campo Algodonero’; ahora es el arroyo de El Navajo. No queremos más símbolos de feminicidios.
Ciudad Juárez sigue herida porque van a seguir los rastreos en este arroyo y siguen desapareciendo niñas y mujeres y continúan los asesinatos. ¡Ya basta de tanto dolor!
Más casos
En tan solo un fin de semana, seis mujeres fueron asesinadas en esta ciudad en los primeros días del presente mes, en distintos hechos violentos. Dos de ellas, sin identificar, aparecieron encobijadas, dijo la policía: una durante la mañana en la colonia Pedreras del Sur y la otra por la tarde en El Granjero.
De acuerdo con la Red Mesa de Mujeres, dirigida por Imelda Marrufo Nava, en lo que va del año se han registrado en esta ciudad 32 feminicidios, y en cuatro años –de 2010 a 2014– tienen contabilizados un total de 727 casos. El promedio anual es de 182, es decir, 15 mensual y cuatro a la semana.
No hay una intencionalidad institucional y las herramientas presupuestales que permitan prevenir o atender los feminicidios. Hay una minimización del problema; deberían atender la violencia contra las mujeres. Una buena parte de los agresores viven aquí en Ciudad Juárez, no son extranjeros o migrantes, dice en entrevista con La Jornada.
Comenta que en los más recientes feminicidios hay un patrón similar, en particular en los casos de las dos mujeres lanzadas a la vía pública encobijadas, porque demuestra la posible participación de integrantes del crimen organizado.
Reconoce que la ubicación fronteriza de la ciudad ayuda para la comisión de delitos, pero eso no quita la responsabilidad concreta a las autoridades de la ciudad y del estado: La mezcla de delitos es importante, el de la droga con la trata de mujeres y niñas con fines de explotación sexual. Eso está claro, y hasta en juicios lo hemos probado.
La activista Marrufo Nava, lleva 23 años dedicada a la defensa de las mujeres y apoya a las madres de las niñas y jóvenes desaparecidas, cuyos restos fueron encontrados en el arroyo El Navajo y han sido parte del llamado juicio históricocelebrado este año, donde se dictó sentencia a cinco hombres por secuestrar, explotar sexualmente y asesinar a 11 jóvenes en esta ciudad durante 2009 y 2010.
El juicio histórico continúa, porque aún quedan pendientes sobre la red de trata y explotación sexual de las jóvenes que operó durante años en esta ciudad con la connivencia de las autoridades, algo que no ha sido investigado, ya que hasta ahora no hay ningún detenido ni procesado.
La policía municipal encubría a esos tratantes, de acuerdo con testimoniales que tenemos de jovencitas y algunos detenidos. Elementos del Ejército conocían de la situación y eran clientes de estos lugares de giros negros; también elementos de la Policía Federal eran asiduos a estos lugares, algunos de los cuales estaban disfrazados de tiendas de abarrotes o agencias de modelos.
Los tratantes detenidos pertenecen a un estatus bajo, así que aún faltan los jefes de la red. El tribunal oral del distrito judicial Bravo en Ciudad Juárez sentenció a 697 años de prisión a cada uno de los cinco feminicidas y a la reparación del daño por 839 mil 274 pesos para los familiares de las 11 víctimas, con lo cual César Romero Esparza, Manuel Vital Anguiano, Édgar Regalado Villa, Jesús Hernández Martínez y José Contreras Terrazas permanecerán presos de por vida en el Centro de Reinserción Social de esta ciudad.
A pesar de este avance, los familiares de las víctimas siguen esperando justicia: Faltan procesos penales en contra de otros cinco hombres; tres de ellos ya están en penales federales, dos en Veracruz y uno en Jalisco, y hay otras cinco personas con órdenes de aprehensión. Falta mucho por hacer.
Faltan respuestas
Los rastreos en el arroyo El Navajo continúan. Durante el trayecto, media docena de camionetas de policías ministeriales y estatales se desplazaban a esta zona símbolo de los feminicidios.
El acceso al sitio donde encontraron los últimos restos de mujeres es difícil, porque es necesario tomar las veredas que permiten acercarse al arroyo, por la desviación que lleva al pueblo Fort Hancock, ubicado en Texas.
Este arroyo es muy grande. La misma agua fue sepultando los cuerpos, dice Susana Montes mientras retira la maleza que ha crecido entre las cruces rosas con los nombres de las víctimas, y aclara: “El ‘juicio histórico’ nos ha dejado muchas dudas. Desde el momento en que las autoridades no nos quieren ayudar, pensamos en que ellos mismos son, porque no tenemos el lugar donde las dejaron, no podemos entrar hasta allá nosotras mismas, entonces queremos saber cómo las fueron a dejar allá”.
Añade: “Se encontraron lazos, casquillos de bala. Mi hija tenía un golpe más fuerte de lo normal, fue algo contundente y no nos explicamos por qué las fueron a dejar tan lejos de donde las levantaron en el centro de la ciudad. Seguimos esperando respuestas a tantas preguntas”.
Hace unos meses, Susana testificó en el juicio y pudo mirar el rostro de los verdugos y decirles con la voz entrecortada: ¿Por qué tanta saña contra mi hija? ¿Por qué se desquitaron con una inocente? ¿Por qué me la tiraron en un lugar tan lejos? ¿Por qué le hicieron daño a tantas jóvenes inocentes? Yo no siento coraje, todo se lo estoy dejando a Dios, pero esta pena que están recibiendo no es nada para lo que Dios les tiene preparado.