Sandra Rodríguez Nieto
Norma Andrade está convencida de que la agresión que sufrió el viernes fue un intento de homicidio y no de asalto.
El atacante, dijo ayer la víctima en entrevista, no le pidió la bolsa ni trató de llevarse su camioneta, sino que simplemente se le acercó y, a quemarropa y sin forcejeo alguno, le disparó en cinco ocasiones, hiriéndola tres veces en el hombro izquierdo y dos en la mano derecha debido a que ella levantó ambas extremidades en reacción de protección.
“Estoy viva de milagro, por un pelito”, dijo Andrade desde la cama en la que continúa hospitalizada.
“Fue un intento de homicidio. Yo le daba las llaves de mi camioneta, le quise dar mi bolsa, le dije ‘llévate todo’, pero él no me dijo nada; sólo me descargó todos los tiros y salió corriendo”, agregó la fundadora de la organización Nuestras Hijas de Regreso a Casa.
El ataque se registró alrededor de la 1:50 de la tarde del 2 de diciembre, cuando la maestra Andrade salía de su vivienda –entre las calles Fernando Pacheco Parra y Toronja Roja, en la colonia Infonavit Solidaridad, al suroriente de Juárez–, se disponía a subirse a su camioneta y en eso observó a un sujeto desconocido aproximarse con un arma.
Fue entonces que ella pensó que querían asaltarla, por lo que decidió no mostrar resistencia y trató de poner sus pertenencias a disposición del agresor. Pero éste, dijo Andrade, no le dijo una sola palabra y sólo le disparó. “No hizo nada por agarrar mi bolsa o la camioneta”, agrega Andrade, de 51 años y quien también cuestiona: quién detona cinco balazos para llevarse una camioneta de modelo tan antiguo (una Escort año 1991).
Por motivos de seguridad, Andrade fue trasladada la noche del sábado del Hospital 66 del Seguro Social a un nosocomio privado de esta frontera, cuya ubicación se mantiene en reserva a petición de la familia. “Me da mucho miedo que sepan dónde estoy”, dice la mujer que también por cuestiones de seguridad prefirió responder la entrevista de manera telefónica.
Andrade es madre de Lilia Alejandra García, una joven de 17 años desaparecida el 14 de febrero de 2001 y encontrada asesinada y ultrajada sexualmente el siguiente día 21 en un lote baldío de esta frontera.
A partir del crimen, junto con su colega Marisela Ortiz, Andrade fundó la organización Nuestras Hijas de Regreso a Casa, desde donde llevó a nivel internacional la demanda de justicia para su hija y para las familias de otras mujeres igualmente asesinadas en esta frontera.
Si bien Andrade dejó de participar activamente en la organización desde hace varios años, su otra hija, María Luisa García Andrade, o “Malú”, continuaba en los movimientos sociales y, a la fecha, coadyuvaba en la investigación ministerial de una probable red de trata de blancas que podría estar operando en el centro de esta frontera.
Entrevistada también ayer, “Malú” –que desde octubre vive fuera de Ciudad Juárez– no duda en atribuir a esa investigación el atentado contra su madre y, por tanto, descarta el intento de robo, que fue una de las líneas abiertas y anunciadas oficialmente el viernes por la Fiscalía General del Estado.
“No me cabe la menor duda de que fue por el trabajo que yo realizo. La amenaza que yo tuve y por la que me fui en octubre fue que no diera unos datos y que, si decía algo, la garantía que tenían era mi mamá. Entonces por eso, cuando me fui, insistía en que le dieran medidas de seguridad. Tenía tres meses pidiéndolas, y estas son las consecuencias”, agregó García Andrade, de 31 años y quien volvió de emergencia a esta frontera para vigilar la salud de su madre.
“Malú” agrega que ya revisó la carpeta de investigación abierta por la Fiscalía General del Estado e insiste en que hay indicios suficientes para calificar el ataque como tentativa de homicidio, entre ellos declaraciones de testigos que, antes de los disparos, vieron sujetos cuyas características coinciden con las de quienes, horas antes, también fueron vistos rondando la escuela Francisco I. Madero, donde trabaja Andrade.
A diferencia de lo ocurrido en otros casos, García dijo ayer confiar en la investigación que están realizando los agentes de la Fiscalía General del Estado y en que se dé con el o los responsables.
“Han estado dando seguimiento, pusieron seguridad, he tenido acceso al expediente en todo momento, lo leí con calma, estoy coadyuvando y he visto que no han parado; están todo el día hasta muy tarde trabajando para tener más indicios de ver qué fue lo que ocurrió”, dijo.
El estado de salud de Andrade fue reportado ayer como estable y su vida fuera de peligro. La recuperación, sin embargo, se prevé larga debido a que está inhabilitada de ambos brazos.
Asustadas ambas, madre e hija insisten en solicitar que no se revelen detalles del lugar en el que se encuentran y en el peligro que persiste alrededor de Andrade si vuelve a su casa o a su trabajo.
“Malú” se dice además muy enojada. “Si no hubiera impunidad, si las autoridades hicieran su trabajo y castigaran los crímenes, no habría activistas ni organizaciones ni mamás buscando a los homicidas de sus hijas, ni mi mamá estaría ahora aquí”, dijo García.
El atacante, dijo ayer la víctima en entrevista, no le pidió la bolsa ni trató de llevarse su camioneta, sino que simplemente se le acercó y, a quemarropa y sin forcejeo alguno, le disparó en cinco ocasiones, hiriéndola tres veces en el hombro izquierdo y dos en la mano derecha debido a que ella levantó ambas extremidades en reacción de protección.
“Estoy viva de milagro, por un pelito”, dijo Andrade desde la cama en la que continúa hospitalizada.
“Fue un intento de homicidio. Yo le daba las llaves de mi camioneta, le quise dar mi bolsa, le dije ‘llévate todo’, pero él no me dijo nada; sólo me descargó todos los tiros y salió corriendo”, agregó la fundadora de la organización Nuestras Hijas de Regreso a Casa.
El ataque se registró alrededor de la 1:50 de la tarde del 2 de diciembre, cuando la maestra Andrade salía de su vivienda –entre las calles Fernando Pacheco Parra y Toronja Roja, en la colonia Infonavit Solidaridad, al suroriente de Juárez–, se disponía a subirse a su camioneta y en eso observó a un sujeto desconocido aproximarse con un arma.
Fue entonces que ella pensó que querían asaltarla, por lo que decidió no mostrar resistencia y trató de poner sus pertenencias a disposición del agresor. Pero éste, dijo Andrade, no le dijo una sola palabra y sólo le disparó. “No hizo nada por agarrar mi bolsa o la camioneta”, agrega Andrade, de 51 años y quien también cuestiona: quién detona cinco balazos para llevarse una camioneta de modelo tan antiguo (una Escort año 1991).
Por motivos de seguridad, Andrade fue trasladada la noche del sábado del Hospital 66 del Seguro Social a un nosocomio privado de esta frontera, cuya ubicación se mantiene en reserva a petición de la familia. “Me da mucho miedo que sepan dónde estoy”, dice la mujer que también por cuestiones de seguridad prefirió responder la entrevista de manera telefónica.
Andrade es madre de Lilia Alejandra García, una joven de 17 años desaparecida el 14 de febrero de 2001 y encontrada asesinada y ultrajada sexualmente el siguiente día 21 en un lote baldío de esta frontera.
A partir del crimen, junto con su colega Marisela Ortiz, Andrade fundó la organización Nuestras Hijas de Regreso a Casa, desde donde llevó a nivel internacional la demanda de justicia para su hija y para las familias de otras mujeres igualmente asesinadas en esta frontera.
Si bien Andrade dejó de participar activamente en la organización desde hace varios años, su otra hija, María Luisa García Andrade, o “Malú”, continuaba en los movimientos sociales y, a la fecha, coadyuvaba en la investigación ministerial de una probable red de trata de blancas que podría estar operando en el centro de esta frontera.
Entrevistada también ayer, “Malú” –que desde octubre vive fuera de Ciudad Juárez– no duda en atribuir a esa investigación el atentado contra su madre y, por tanto, descarta el intento de robo, que fue una de las líneas abiertas y anunciadas oficialmente el viernes por la Fiscalía General del Estado.
“No me cabe la menor duda de que fue por el trabajo que yo realizo. La amenaza que yo tuve y por la que me fui en octubre fue que no diera unos datos y que, si decía algo, la garantía que tenían era mi mamá. Entonces por eso, cuando me fui, insistía en que le dieran medidas de seguridad. Tenía tres meses pidiéndolas, y estas son las consecuencias”, agregó García Andrade, de 31 años y quien volvió de emergencia a esta frontera para vigilar la salud de su madre.
“Malú” agrega que ya revisó la carpeta de investigación abierta por la Fiscalía General del Estado e insiste en que hay indicios suficientes para calificar el ataque como tentativa de homicidio, entre ellos declaraciones de testigos que, antes de los disparos, vieron sujetos cuyas características coinciden con las de quienes, horas antes, también fueron vistos rondando la escuela Francisco I. Madero, donde trabaja Andrade.
A diferencia de lo ocurrido en otros casos, García dijo ayer confiar en la investigación que están realizando los agentes de la Fiscalía General del Estado y en que se dé con el o los responsables.
“Han estado dando seguimiento, pusieron seguridad, he tenido acceso al expediente en todo momento, lo leí con calma, estoy coadyuvando y he visto que no han parado; están todo el día hasta muy tarde trabajando para tener más indicios de ver qué fue lo que ocurrió”, dijo.
El estado de salud de Andrade fue reportado ayer como estable y su vida fuera de peligro. La recuperación, sin embargo, se prevé larga debido a que está inhabilitada de ambos brazos.
Asustadas ambas, madre e hija insisten en solicitar que no se revelen detalles del lugar en el que se encuentran y en el peligro que persiste alrededor de Andrade si vuelve a su casa o a su trabajo.
“Malú” se dice además muy enojada. “Si no hubiera impunidad, si las autoridades hicieran su trabajo y castigaran los crímenes, no habría activistas ni organizaciones ni mamás buscando a los homicidas de sus hijas, ni mi mamá estaría ahora aquí”, dijo García.