Un día le dijeron a su familia que iban al centro de la ciudad, tenían entre 16 y 18 años de edad, sus rasgos físicos se asemejan y de inicio para las autoridades no hubo una línea clara de investigación; son Adriana, Hilda, Brenda Berenice, María Guadalupe y Mónica Yaneth, cinco jovencitas cuyas desapariciones han sido catalogadas como de “alto riesgo” por la Subprocuraduría de Justicia en la Zona Norte.
De acuerdo a la Unidad Especializada en la Investigación de Personas Ausentes y/o Extraviadas de la dependencia estatal, del 1 de enero del 2008 al miércoles 24 de junio del 2009 habían sido reportadas como desaparecidas 435 mujeres, de las cuales 30 continúan sin ser localizadas.
Trece mujeres reportadas durante el 2008 y 17 más este año continúan sin parecer, pero para las autoridades los casos de estas cinco jovencitas son diferentes.
Mónica Yaneth Alanís Esparza, María Guadalupe Pérez Montes, Brenda Berenice Castillo García, Hilda Gabriela Rivas Campos y Adriana Sarmiento Enríquez nunca habían huido de su casa y aparentemente no tenían motivo para hacerlo, por lo que de inicio las autoridades no encontraron alguna línea de investigación.
Sin embargo, de acuerdo a sus familiares, meses después de la desaparición de sus hijas, no se les ha dado algún tipo de respuesta o avances de la investigación pese a permanecer en “alto riesgo”.
En algunos casos se han recibido llamadas “misteriosas” provenientes del centro del país, también se han escuchado “rumores” de que algunas de estas jóvenes son víctimas de la trata de blancas, pero ninguna autoridad estatal o federal parece seguir esa línea de investigación, reclaman.
“No han hecho nada las autoridades”
Hilda Gabriela Rivas Campos fue vista por última vez cuando tenía 16 años de edad y según sus familiares, hasta ahora las autoridades no han hecho nada por encontrarla.
El lunes 25 de febrero del 2008 ella salió de su casa ubicada en la colonia 16 de Septiembre para ir al centro de la ciudad en busca de trabajo.
De acuerdo a su familia la jovencita salió de su casa rumbo a una pastelería a pedir trabajo y luego visitó a una amiga que trabaja en un mercado del mismo centro de la ciudad.
Según su amiga, Hilda le comentó que un hombre que la estaba esperando en la esquina le ofreció 80 dólares por acompañarlo y darle un recado a su mujer; “dice que se peleó con ella y quiere reconciliarse. Te dejo este fólder con mis papeles, ahorita regreso”, pero nunca regresó.
Hace meses las autoridades informaron que se tenían datos de que la menor podría estar en otra ciudad, por lo que se mandaría a un grupo de agentes a un operativo especial; sin embargo, nunca se informó sobre el sitio o los resultados que se lograron obtener para la investigación.
Incluso un mes después de su desaparición el gobernador del estado, José Reyes Baeza, se comprometió con sus padres para ayudar en su búsqueda, pero no se han obtenido resultados.
Por su parte, en agosto el entonces vocero de la Subprocuraduría de Justicia, César Ramírez, informó a este medio que las jovencitas “están fuera de la ciudad o con el novio, están fuera, pero bien”, sin mayor interés por ayudar en la localización de las adolescentes.
Hace meses Aiben Rivas, padre de la adolescente, pidió ayuda a la Procuraduría General de la República (PGR) porque creía que su hija estaba en algún lugar de la ciudad siendo prostituida por un grupo de hombres, pero la respuesta no fue la que él esperaba escuchar.
El entonces delegado de la dependencia federal le dijo que “contra esa gente no se podía hacer nada”.
“No hay confianza en ellos, lo único que puede pasar es que lo maten a uno: ‘es que a esa gente no se le puede hacer nada’, eso me dijo el delegado de la PGR –Rolando Alvarado-, él sabe quiénes son porque él le dijo que con esa gente no se podía hacer nada, a cuál gente se refería, pues él sabe quiénes son”, señaló ayer el desesperado padre.
Ha escuchado también que su hija está en Tampico, que el centro de operaciones de la trata de blancas está en Puebla, que se la llevan a veces para Estados Unidos, que la tienen amenazada; “pero todos son chismes nada más para tenerlo a uno con el Jesús en la boca nada más. No hay nada en concreto”, apuntó.
Fue a hacer una tarea pero nunca regresó
La tarde del jueves 26 de marzo del presente año otra jovencita desapareció en la ciudad, aparentemente sin razón alguna.
Mónica Janeth Alanís Esparza de 18 años de edad estudiaba la licenciatura en Administración en la Universidad Autónoma de Ciudad Juárez (UACJ), pero una tarde, la del jueves 26 de marzo, le dijo a su mamá que de la escuela iría con una amiga a hacer una tarea, y como del resto no se volvió a saber de ella.
Hasta hoy la familia no sabe a qué amiga se refería ya que cuando su mamá le pidió que la comunicara con la amiga por teléfono, Mónica no lo hizo y le dio un número de celular falso diciéndole que vivía supuestamente en la Jilotepec.
Después, a las 4:00 de la tarde su mamá le marcó nuevamente a Mónica al celular y ella le contestó, le dijo que estaba con la amiga y le colgó, por lo que marcó el número de celular de la amiga que le había dado, pero le contestó una señora asegurándole que se había equivocado.
Sobre el caso de la universitaria, las autoridades no han dado todavía respuesta a la casa de estudios.
“No hay nada en concreto, hasta hace unos días no había nada. Sigue todo igual, las autoridades dicen que están siguiendo las investigaciones; está todo en “stand-by”, informó el viernes Servando Pineda, director general de Difusión Cultural y Divulgación Científica de la UACJ.
Mónica es una jovencita de 1.70 metros de estatura aproximadamente, tez morena clara y complexión delgada.
Ella tiene las cejas pobladas, ojos negros, chicos, rasgados, boca regular con labios delgados, nariz chata, recta.
Cuando desapareció su cabello era lacio, de color obscuro, a la altura de los hombros. Como seña particular tiene una cicatriz en el pie izquierdo, a la altura del empeine.
Padres, hermanos, amigos, esposos, novios de estas jovencitas se han dedicado a buscarlas diariamente desde que desaparecieron, pero hasta el momento no se tiene información sobre su paradero.
Hasta el miércoles, al igual que estas jóvenes, 25 mujeres más continuaban reportadas como desaparecidas durante el 2008 y el 2009, mientras que sus familias permanecen todavía con la esperanza de volverlas a ver algún día.
La última vez que la vieron iba a tomar el camión
Adriana Sarmiento Enríquez, entonces de 15 años de edad, fue vista por última vez el viernes 18 de enero del 2008 cuando descendió de un camión de transporte público de la línea Juárez-Zaragoza en la zona Centro de la ciudad.
Para su mamá, Ernestina Enríquez, el trabajo de las autoridades no ha sido suficiente, ya que sólo se limitan a decirle que “no tienen nada”, sin darle más explicaciones sobre los avances de la investigación.
En varias ocasiones ella ha encontrado llamadas perdidas en el teléfono de su casa, provenientes de Puebla y Querétaro, las cuales piensa que podrían ser de su hija debido a la insistencia y a rumores de que otras jovencitas han sido vistas en esos lugares, pero al informar esto a las autoridades no ha tenido respuesta.
Cuando desapareció, Adriana se había reunido con un grupo de amigos, de quienes se despidió para subir al camión de transporte y luego descender en la calle Corregidora de la zona Centro, donde debería caminar unas cuadras y tomar el camión de la línea 3-A para llegar a su casa en la calle Juan Mata Ortiz, pero nunca llegó.
Su familia no volvió a saber nada de ella, sólo que vestía un pantalón de pana de color beige y una playera guinda, uniforme de la preparatoria Ignacio Allende, donde estudiaba el segundo semestre.
Traía puesta además una chamarra color verde opaco, zapatos negros, una bufanda amarillo y llevaba una bolsa grande color amarillo, la cual utilizaba como mochila.
Adriana mide aproximadamente 1.65 metros de estatura, es de tez morena clara, complexión delgada, tiene cejas gruesas, ojos medianos de color café y rasgados.
Su boca es de tamaño regular y sus labios son gruesos, su nariz es mediana, afilada, tiene el cabello lacio, de color oscuro, a la altura por debajo de los hombres.
Iba en busca de trabajo
El martes 6 de enero de este año fue la familia Castillo García quien no volvió a saber nada de Brenda Berenice, quien a los 17 años de edad le dio un beso a su hijo Kevin de un mes de nacido y se lo dejó a su mamá mientras que iba a buscar trabajo al centro de la ciudad.
Brenda Berenice vivía con sus padres, su bebé y con su esposo Luis Ángel, quien dentro de la crisis económica dejó de ser contratado toda la semana para trabajar sólo dos días en una empresa maquiladora, lo que desesperó a la jovencita y la hizo salir a buscar trabajo.
Supuestamente ella iba a buscar trabajo a una joyería en donde laboraba antes de tener a su hijo, por lo que salió de su casa ubicada en la colonia Finca Bonita y tomó un camión de transporte de la línea Juárez-Zaragoza, pero nunca regresó.
Desde entonces su mamá, Bertha Alicia García, visita con su nieto en brazos todos los días las oficinas de la Subprocuraduría de Justicia para conocer los avances que se tienen, pero hasta el momento éstos no han sido fructíferos.
Al igual que Hilda y Adriana, Brenda Berenice mide 1.65 metros de estatura, aproximadamente, es de tez morena clara y complexión delgada.
Tiene los ojos café claros, medianos, redondos, cejas delgadas y arqueadas, nariz mediana y recta, boca grande, cabello lacio, de color negro, a la altura debajo de los hombros.
Cuando salió de su casa por última vez vestía un pantalón de mezclilla azul, una bufanda café, una chamarra blanca con gorro y zapatos rosas.
“No me dicen nada, no saben nada…”
“Lupita”, como le dicen sus familiares a María Guadalupe Pérez Montes, salió a la 1:00 de la tarde del sábado 31 de enero de este año de su casa, ubicada en la colonia Guadalajara Izquierda, para ir al centro a comprar unos tenis.
Ella tampoco regresó con su familia. Al buscarla, sus padres se enteraron que a las 2:00 de la tarde de ese mismo día un ex compañero de trabajo la vio caminando sobre la calle Francisco Javier Mina, hacia la terminal de la línea de transporte público 3B, aunque al parecer nunca subió a algún camión.
De acuerdo a su mamá, Susana Montes, después de cuatro meses las autoridades no le han dado ninguna respuesta o informe sobre las investigaciones.
“No me dicen nada, no saben nada… Han venido a ver si hemos sabido algo pero yo les pregunto y dicen que nada. Sólo nos interrogan pero hasta ahí”, dijo la señora.
“Estoy como quien dice como al principio, no sé nada de mi hija. Es lo mismo, hacen todo igual, hablan con las amigas y hasta ahorita es igual. Ya no han hecho rastreos. Lo que uno hace es preguntar, pero ellos sólo dicen ‘¿y usté qué sabe?’, se supone que ellos son los que deben andarse movilizando, mi familia y yo desde un principio hemos andado buscando”, señaló.
Lupita vestía un pantalón de mezclilla de color azul marino, una blusa de manga corta roja, chamarra negra y zapatos de piso, de colores blanco y negro.
Ella mide aproximadamente 1.55 metros de estatura, es de complexión delgada y tez morena clara, sus cejas son delgadas, arqueadas y depiladas.
Su nariz es mediana y chata, sus ojos son grandes, de forma ovalada, color café obscuro y su boca es mediana, con labios también gruesos.
Hasta enero ella tenía el cabello lacio, teñido de color negro y a la altura de los hombros. Como seña particular su familia dijo que tenía un arete tipo “piercing” en la lengua.